Aunque pocos lectores puedan creerlo, hay quienes plantean que el gasto social en el Perú es excesivo. Su argumento es que como en el Perú la pobreza no ha disminuido, los niños aprenden muy poco y la salud de las personas está bastante mal, eso demuestra que el gasto social es un desperdicio y por lo tanto debe reducirse. El gasto ineficiente debe recortarse, dicen ellos.
Este razonamiento lógico puede voltearse con mucha facilidad. Porque precisamente una de las grandes razones por las que la salud y la educación están muy mal, es porque se gasta muy poco en ellas. Mi mujer repite un dicho de su madre: “lo barato cuesta caro”, y cualquiera que haya comprado un DVD bamba que le sale fallado, sabe de lo que estoy hablando. ¿No es acaso obvio que una causa importante de los problemas de los hospitales públicos es la falta de presupuesto para mantener y actualizar sus equipos, mejorar sus instalaciones y tener buen abastecimiento de insumos y medicinas?
A favor de esta interpretación, está la comparación que puede hacerse respecto de otros países vecinos. Por ejemplo, Perú gasta menos del 8 % de su PBI en gasto social; Chile gasta 16%, Costa Rica 18%, Brasil 19%., Argentina 22%. Somos uno de los países latinoamericanos cuyo gasto social, en relación a los recursos disponibles, es menor. ¿Cómo entonces podemos pensar que el gasto social es excesivo?
La verdad es, por cierto, algo más compleja que decir simplemente que en el Perú la educación y la salud están mal porque tienen poca plata. Parece también que en el área social – como en muchas otras – la eficiencia del estado peruano deja mucho que desear. Entre la corrupción, el clientelismo, la alta rotación de funcionarios y la burocracia, los recursos se van sin que se obtenga de ellos todo lo que podríamos sacar. También debería reconocerse que, con sus limitaciones, organismos como Foncodes o programas como A Trabajar han funcionado razonablemente bien. Hablando de eficiencia, pueden encontrarse programas sociales aceptables y también algunos desastrosos.
Pero mejorar la eficiencia en muchos casos demanda más recursos. ¿De qué sirve tener médicos o enfermeras si no tienen los instrumentos para atender adecuadamente a los pacientes? ¿Cuánto puede enseñar un maestro sin pizarra, sin libros, sin carpetas? La solución para hacer más eficiente la educación o la salud no es reducir los sueldos de los maestros o los médicos ni gastar menos en medicinas y textos escolares. La solución tampoco consiste, por cierto, en sólo aumentar sueldos, y mucho menos en aumentar sueldos a costa de los otros gastos que son muy necesarios. La solución pasa por mejorar la dedicación y desempeño de estos profesionales, así como asegurarse que haya medicinas, equipos y textos escolares, mejorar la infraestructura y ampliar el servicio donde no existe. Y para todo eso, hace falta más presupuesto y también mejor gestión.
La idea de que el gasto social es excesivo solo cabe en quienes creen en un estado mínimo en extremo, en un estado tan mínimo que ni siquiera otorgue salud, educación y protección social adecuada a sus habitantes. La idea de reducir el gasto social no tiene sustento lógico en el Perú, y solo puede apoyarse en una ideología ultraliberal a ultranza.
Este razonamiento lógico puede voltearse con mucha facilidad. Porque precisamente una de las grandes razones por las que la salud y la educación están muy mal, es porque se gasta muy poco en ellas. Mi mujer repite un dicho de su madre: “lo barato cuesta caro”, y cualquiera que haya comprado un DVD bamba que le sale fallado, sabe de lo que estoy hablando. ¿No es acaso obvio que una causa importante de los problemas de los hospitales públicos es la falta de presupuesto para mantener y actualizar sus equipos, mejorar sus instalaciones y tener buen abastecimiento de insumos y medicinas?
A favor de esta interpretación, está la comparación que puede hacerse respecto de otros países vecinos. Por ejemplo, Perú gasta menos del 8 % de su PBI en gasto social; Chile gasta 16%, Costa Rica 18%, Brasil 19%., Argentina 22%. Somos uno de los países latinoamericanos cuyo gasto social, en relación a los recursos disponibles, es menor. ¿Cómo entonces podemos pensar que el gasto social es excesivo?
La verdad es, por cierto, algo más compleja que decir simplemente que en el Perú la educación y la salud están mal porque tienen poca plata. Parece también que en el área social – como en muchas otras – la eficiencia del estado peruano deja mucho que desear. Entre la corrupción, el clientelismo, la alta rotación de funcionarios y la burocracia, los recursos se van sin que se obtenga de ellos todo lo que podríamos sacar. También debería reconocerse que, con sus limitaciones, organismos como Foncodes o programas como A Trabajar han funcionado razonablemente bien. Hablando de eficiencia, pueden encontrarse programas sociales aceptables y también algunos desastrosos.
Pero mejorar la eficiencia en muchos casos demanda más recursos. ¿De qué sirve tener médicos o enfermeras si no tienen los instrumentos para atender adecuadamente a los pacientes? ¿Cuánto puede enseñar un maestro sin pizarra, sin libros, sin carpetas? La solución para hacer más eficiente la educación o la salud no es reducir los sueldos de los maestros o los médicos ni gastar menos en medicinas y textos escolares. La solución tampoco consiste, por cierto, en sólo aumentar sueldos, y mucho menos en aumentar sueldos a costa de los otros gastos que son muy necesarios. La solución pasa por mejorar la dedicación y desempeño de estos profesionales, así como asegurarse que haya medicinas, equipos y textos escolares, mejorar la infraestructura y ampliar el servicio donde no existe. Y para todo eso, hace falta más presupuesto y también mejor gestión.
La idea de que el gasto social es excesivo solo cabe en quienes creen en un estado mínimo en extremo, en un estado tan mínimo que ni siquiera otorgue salud, educación y protección social adecuada a sus habitantes. La idea de reducir el gasto social no tiene sustento lógico en el Perú, y solo puede apoyarse en una ideología ultraliberal a ultranza.
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