A pesar del crecimiento económico, la situación de los pobres no ha mejorado de manera sustancial durante este gobierno. Salvo el gobierno, todos los sectores políticos, desde Javier Diez Canseco hasta Lourdes Flores y Alan García (simpatizantes de PPK), están de acuerdo en esto: No chorrea, apenas si gotea.
¿Qué se puede hacer para lograr un crecimiento incluyente? Empecemos por desvirtuar la receta neoliberal de más privatizaciones y liberalización, propuesta cuya aplicación en toda América Latina desde 1983 no ha llevado a una reducción de la pobreza. El neoliberalismo ni siquiera ha sido bueno para el crecimiento económico, pues éste fue mayor en los años cincuenta y sesenta cuando en toda la región cuando se aplicó otra política basada en un estado económicamente activo. El neoliberalismo, además, ha aumentado enormemente la desigualdad, que ya era muy grande.
Tres ideas centrales pueden proponerse para que el crecimiento económico sea muy favorable a los pobres. En primer lugar, hay que dejar de favorecer sólo a la minería y las trasnacionales, pasando a promover las actividades económicas donde se concentran los pobres y se genera más empleo: la agricultura, las pymes y el turismo. Estrategias integrales que incluyan crédito, capacitación, organización de cadenas productivas, promoción de exportaciones y defensa del mercado interno, permitirían que esos sectores lideren el crecimiento y generen empleos de forma masiva.
En segundo lugar, es indispensable una mejor distribución de la riqueza entre los trabajadores y los dueños de las empresas. Llevamos cuatro años de crecimiento y los salarios siguen estancados, mientras las utilidades de las principales empresas han pasado de 680 a 6,300 millones de soles. Ya es tiempo de que la riqueza generada sea compartida con los trabajadores mediante pactos colectivos que al mismo tiempo promuevan un mayor compromiso e iniciativa de los trabajadores con la productividad y la modernización tecnológica. La negociación colectiva por rama debe ser promovida, bajo reglas que aseguren el respeto a la organización sindical, que vinculen aumentos salariales con incrementos de la productividad y que faciliten la capacitación y el desarrollo profesional de la fuerza laboral.
Finalmente, el estado tiene que tener un rol de redistribución mucho mayor. Hoy sólo 8 de cada 100 soles del PBI nacional se van en gasto social, uno de los niveles más bajos de toda América Latina. Aumentar el gasto público en salud, educación y lucha contra la pobreza es imprescindible. Para ello hay que mejorar la recaudación, eliminando exoneraciones y deducciones al impuesto a la renta como las que siguen gozando las grandes empresas mineras e insistiendo en la fiscalización con respeto a la autonomía de la SUNAT.
Estas orientaciones no sólo permitirían mejorar la situación de los pobres, también promoverán el crecimiento, a través de un aumento de la productividad, una mayor acumulación de capital humano y social, y una sólida base social para la estabilidad política.
Otro modelo económico, que mejore efectivamente las condiciones de vida de los pobres confiando y promoviendo sus potencialidades, es posible. Es cuestión de lograr cambios políticos para que se pongan por delante los intereses de las mayorías.
¿Qué se puede hacer para lograr un crecimiento incluyente? Empecemos por desvirtuar la receta neoliberal de más privatizaciones y liberalización, propuesta cuya aplicación en toda América Latina desde 1983 no ha llevado a una reducción de la pobreza. El neoliberalismo ni siquiera ha sido bueno para el crecimiento económico, pues éste fue mayor en los años cincuenta y sesenta cuando en toda la región cuando se aplicó otra política basada en un estado económicamente activo. El neoliberalismo, además, ha aumentado enormemente la desigualdad, que ya era muy grande.
Tres ideas centrales pueden proponerse para que el crecimiento económico sea muy favorable a los pobres. En primer lugar, hay que dejar de favorecer sólo a la minería y las trasnacionales, pasando a promover las actividades económicas donde se concentran los pobres y se genera más empleo: la agricultura, las pymes y el turismo. Estrategias integrales que incluyan crédito, capacitación, organización de cadenas productivas, promoción de exportaciones y defensa del mercado interno, permitirían que esos sectores lideren el crecimiento y generen empleos de forma masiva.
En segundo lugar, es indispensable una mejor distribución de la riqueza entre los trabajadores y los dueños de las empresas. Llevamos cuatro años de crecimiento y los salarios siguen estancados, mientras las utilidades de las principales empresas han pasado de 680 a 6,300 millones de soles. Ya es tiempo de que la riqueza generada sea compartida con los trabajadores mediante pactos colectivos que al mismo tiempo promuevan un mayor compromiso e iniciativa de los trabajadores con la productividad y la modernización tecnológica. La negociación colectiva por rama debe ser promovida, bajo reglas que aseguren el respeto a la organización sindical, que vinculen aumentos salariales con incrementos de la productividad y que faciliten la capacitación y el desarrollo profesional de la fuerza laboral.
Finalmente, el estado tiene que tener un rol de redistribución mucho mayor. Hoy sólo 8 de cada 100 soles del PBI nacional se van en gasto social, uno de los niveles más bajos de toda América Latina. Aumentar el gasto público en salud, educación y lucha contra la pobreza es imprescindible. Para ello hay que mejorar la recaudación, eliminando exoneraciones y deducciones al impuesto a la renta como las que siguen gozando las grandes empresas mineras e insistiendo en la fiscalización con respeto a la autonomía de la SUNAT.
Estas orientaciones no sólo permitirían mejorar la situación de los pobres, también promoverán el crecimiento, a través de un aumento de la productividad, una mayor acumulación de capital humano y social, y una sólida base social para la estabilidad política.
Otro modelo económico, que mejore efectivamente las condiciones de vida de los pobres confiando y promoviendo sus potencialidades, es posible. Es cuestión de lograr cambios políticos para que se pongan por delante los intereses de las mayorías.
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