El riesgo del último año de gobierno es que éste incurra en un déficit fiscal excesivo, gastando mucho más que los ingresos que recauda. La tentación de echar mano a los fondos públicos para “levantar la imagen” del partido político en cuestión es grande, sobretodo cuando es la última oportunidad y las elecciones se acercan. Cuando eso sucede, a menudo gastando en proyectos sin sustento técnico, se generan deudas que luego pagamos todos.
Buscando evitar ese riesgo, hace unos años se aprobó la ley de responsabilidad fiscal, que buscaba impedir un déficit fiscal excesivo prohibiendo que el estado gastara por encima de sus ingresos de manera desproporcionada.
Pero bajo influencia de los neoliberales criollos, la ley incluye algunas reglas absurdas, como establecer que el gasto del gobierno no podía crecer más de 3% anual (inicialmente, era incluso sólo 2% anual). Para un país que tiene un gasto público muy bajo y enormes necesidades en salud, educación e infraestructura, tal regla no tiene ningún sentido. Hay que evitar el déficit fiscal, sí, pero mejorando la recaudación para que se pueda asegurar derechos básicos a todos los ciudadanos.
Además, si la economía nacional crece en términos reales al 5% anual, una regla como la aprobada significa que en 20 años el gasto del gobierno como porcentaje del PBI se reduciría en un tercio!!
El resultado de haber aprobado una ley incumplible es que fue rápidamente violada. Pero como se trataba de PPK, no pasó nada. Ahora, la capacidad de que esta ley sea un límite efectivo de la acción del gobierno es nula.
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El gobierno actual no solo ha desperdiciado la oportunidad de aprovechar la transición a la democracia para, como hizo Chile, lograr un nuevo pacto fiscal que incremente la presión tributaria sobre los ricos para mejorar la educación, la salud y la infraestructura. Por ceguera neoliberal, también desperdició la oportunidad de establecer reglas creíbles que limiten un aumento oportunista e ineficiente del gasto fiscal a última hora.
El gobierno actual no solo ha desperdiciado la oportunidad de aprovechar la transición a la democracia para, como hizo Chile, lograr un nuevo pacto fiscal que incremente la presión tributaria sobre los ricos para mejorar la educación, la salud y la infraestructura. Por ceguera neoliberal, también desperdició la oportunidad de establecer reglas creíbles que limiten un aumento oportunista e ineficiente del gasto fiscal a última hora.
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