El programa “Juntos”, la discutida iniciativa del gobierno pensada inicialmente para otorgar 100 soles mensuales a las familias pobres, ha recibido 120 millones de soles de presupuesto para lo que queda del año. Simultáneamente, el Congreso ha dispuesto que ”Juntos” esté a cargo de un directorio nombrado por la Mesa de Concertación de Lucha contra la Pobreza.
Esta es una buena noticia. Como en la Mesa están sentados no solamente representantes del gobierno, sino también de la sociedad civil, empresarios, ONGs y cooperación internacional, puede descartarse un uso clientelista, que era el principal riesgo de la iniciativa gubernamental.
Pero el asunto no viene fácil para el futuro directorio. Gastar 120 millones de soles en cinco meses en un programa sin diseño conocido, y que según la propuesta inicial del gobierno demanda identificar una por una a más de 100 mil familias, no es poca cosa. Todo lo contrario, a mi modesto entender es imposible hacer algo así, bien hecho, en tan corto plazo.
Pero hay alternativas. Para ello debe tenerse en mente que el objetivo del programa no es repartir dinero, es asegurar el desarrollo de capacidades de los niños extremadamente pobres que viven fundamentalmente en las comunidades de la sierra y selva rural. Recordemos que en estas localidades los colegios y los centros de salud – si es que existen - enfrentan muy serias deficiencias, que hay programas de nutrición infantil y desayunos escolares que aún no llegan a todas las comunidades pobres, que ni el registro de nacimientos y el DNI está garantizado, y que el agua potable y saneamiento también faltan. Para todas estas necesidades, hay iniciativas gubernamentales, todas ellas con escasez de fondos que les impide ampliar su accionar y llegar a todos los rincones del país. Una revisión de los programas existentes, identificando los mejores para ampliarlos de inmediato (tengo mi propia lista de preferidos) y estableciendo también las reformas que hace falta para mejorar su eficacia, permitiría rápidamente utilizar los recursos de manera eficaz. Por mi parte, me permito sugerir que den prioridad a vacunas eficaces y programas comunitarios de salud y nutrición infantil.
Al mismo tiempo, se debe iniciar un programa para que cada comunidad pueda identificar y ejecutar los proyectos que les permitan mejorar su calidad de vida y salir de la pobreza, incluyendo – si lo desean – programas para dar apoyo permanente a los más pobres de la comunidad, usualmente identificadas con las viudas, los huérfanos, los ‘huacchas’. La participación de una comunidad informada y capacitada, junto con apoyo y supervisión técnica que permita asegurar la calidad de los proyectos, son las mejores recetas para que los proyectos sean eficaces y sostenibles. En las zonas afectadas por la violencia política, que deben ser priorizadas, esto demanda por cierto un trabajo de rescatar la institucionalidad comunitaria restañando las heridas internas que el conflicto les dejó.
Alejado el fantasma del clientelismo, está el reto de actuar rápidamente y con eficacia. Es una meta posible de lograr, si en vez de inventar la pólvora se aprovecha lo existente para expandirlo y mejorarlo, se establece un buen equipo técnico y se confía en la organización que las propias comunidades han alcanzado.
Esta es una buena noticia. Como en la Mesa están sentados no solamente representantes del gobierno, sino también de la sociedad civil, empresarios, ONGs y cooperación internacional, puede descartarse un uso clientelista, que era el principal riesgo de la iniciativa gubernamental.
Pero el asunto no viene fácil para el futuro directorio. Gastar 120 millones de soles en cinco meses en un programa sin diseño conocido, y que según la propuesta inicial del gobierno demanda identificar una por una a más de 100 mil familias, no es poca cosa. Todo lo contrario, a mi modesto entender es imposible hacer algo así, bien hecho, en tan corto plazo.
Pero hay alternativas. Para ello debe tenerse en mente que el objetivo del programa no es repartir dinero, es asegurar el desarrollo de capacidades de los niños extremadamente pobres que viven fundamentalmente en las comunidades de la sierra y selva rural. Recordemos que en estas localidades los colegios y los centros de salud – si es que existen - enfrentan muy serias deficiencias, que hay programas de nutrición infantil y desayunos escolares que aún no llegan a todas las comunidades pobres, que ni el registro de nacimientos y el DNI está garantizado, y que el agua potable y saneamiento también faltan. Para todas estas necesidades, hay iniciativas gubernamentales, todas ellas con escasez de fondos que les impide ampliar su accionar y llegar a todos los rincones del país. Una revisión de los programas existentes, identificando los mejores para ampliarlos de inmediato (tengo mi propia lista de preferidos) y estableciendo también las reformas que hace falta para mejorar su eficacia, permitiría rápidamente utilizar los recursos de manera eficaz. Por mi parte, me permito sugerir que den prioridad a vacunas eficaces y programas comunitarios de salud y nutrición infantil.
Al mismo tiempo, se debe iniciar un programa para que cada comunidad pueda identificar y ejecutar los proyectos que les permitan mejorar su calidad de vida y salir de la pobreza, incluyendo – si lo desean – programas para dar apoyo permanente a los más pobres de la comunidad, usualmente identificadas con las viudas, los huérfanos, los ‘huacchas’. La participación de una comunidad informada y capacitada, junto con apoyo y supervisión técnica que permita asegurar la calidad de los proyectos, son las mejores recetas para que los proyectos sean eficaces y sostenibles. En las zonas afectadas por la violencia política, que deben ser priorizadas, esto demanda por cierto un trabajo de rescatar la institucionalidad comunitaria restañando las heridas internas que el conflicto les dejó.
Alejado el fantasma del clientelismo, está el reto de actuar rápidamente y con eficacia. Es una meta posible de lograr, si en vez de inventar la pólvora se aprovecha lo existente para expandirlo y mejorarlo, se establece un buen equipo técnico y se confía en la organización que las propias comunidades han alcanzado.
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