Una primera respuesta posible es que, suponiendo que esas fusiones reducen un gasto administrativo innecesario, suponiendo que ese dinero ahorrado se destina a gasto social que efectivamente llega a las personas y suponiendo además que no hay reducciones del gasto social por otras razones, entonces esta medida aumentará el gasto destinado a la reducción de la pobreza. Pero, como se indica, esto depende de que:
- Haya reducción del gasto administrativo, porque bien pueden juntarse varios organismos en uno solo y no haber menos burocracia inútil.
- Este dinero ahorrado se destine al gasto social, porque bien podría destinarse a la compra de fragatas o a otros usos.
- La campaña política que significa resaltar una supuesta ineficiencia del gasto social no desemboque en que se recorten otros presupuestos sociales.
La otra respuesta posible es que la fusión de programas sociales aumentaría la eficiencia y eficacia de los mismos. Es decir, que al juntar tres o cinco o más programas sociales en uno solo, estos cambiarán sus estrategias hacia una mejor relación con la población, se dirigirán con mayor precisión a quienes más lo necesitan, lograrán una mayor participación ciudadana, tendrán actividades mejor orientadas al logro de resultados, coordinarán mejor con otros organismos del sector público y gobiernos regionales y locales, tendrán sistemas de monitoreo y evaluación que los conviertan en organismos inteligentes y tendrán gerencias técnicas más capaces. Pero esto también depende de muchas otras decisiones, es evidente que no es nada automático ni directo. Es verdad que una reducción del número de programas sociales puede hacer que estos estén mejor vigilados por la ciudadanía, lo que promueve su eficiencia, y que a su vez se puede concentrar allí los mejores cuadros técnicos, la cooperación internacional y el aprendizaje para elevar su eficacia. Pero también puede suceder que, concentrados, los programas sean aún más apetitosos para que el gobierno los utilice clientelistamente y los puestos de trabajo sean repartidos partidaristamente. También hay el riesgo de que se junten demasiadas actividades diferentes con objetivos separados en una sola entidad, lo que dificultará una buena gestión.
La fusión de programas sociales trae oportunidades, pero no es una panacea en sí misma, y también trae consigo serios riesgos. Lo fundamental en la lucha contra la pobreza es, además de un crecimiento económico inclusivo e intensivo en empleo, aumentar el gasto social que en el Perú es apenas 5,5% del PBI frente a un promedio latinoamericano de 8,2%. Mejorar la eficacia de ese gasto pasa por reorientar los programas para que tengan objetivos claros y actividades orientadas al logro de resultados, mejorar la participación ciudadana en los programas – lo que requiere su descentralización- y asegurar una gerencia técnica con supervisión y evaluación permanentes. Es en esto que debería enfocarse la acción del gobierno.
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