La salud pública está, hace buen tiempo, fuera de la agenda pública. En los periódicos vemos los reclamos, uno tras otro, de médicos, trabajadores, enfermeras y otros profesionales de la salud, del Ministerio de Salud y de EsSalud. Parecen turnarse para hacer huelga, de tal manera que en los últimos meses siempre hay alguno de estos grupos en las calles. Pero sobre las políticas para mejorar la salud de los peruanos, poco, muy poco, se habla y se discute.
Hay que empezar por recordar que la salud en el Perú es deplorable. La tasa de mortalidad infantil, que supera los 40 por mil, es 4, 5 ó 6 veces mayor que la de Cuba, Costa Rica o Chile. Esto quiere decir que 18 mil niños mueren anualmente antes de cumplir un año de edad, por razones que países no más ricos que el nuestro han logrado ya superar. Las estadísticas desfavorables pueden repetirse en relación a la mortalidad materna, las enfermedades contagiosas, la malnutrición o las enfermedades del corazón.
La mala salud de los peruanos es, además, una de las causas de nuestro subdesarrollo. Los niños enfermos y desnutridos aprenden menos, y de esa manera estamos dejando escapar la productividad del futuro. Enfermedades como tuberculosis, malaria o SIDA siegan día tras día la población económicamente activa. La discapacidad producida por accidentes de trabajo o de tránsito perfectamente evitables, se transforma en exclusión económica, política y social. No poder acceder a servicios de salud obliga a millones de mujeres a permanecer en el hogar cuidando a sus seres queridos, impidiendo que trabajen. Es indispensable recordar que no hay desarrollo sin salud pública.
La principal razón de que la salud pública no ande bien es que tiene poca prioridad política y social. La salud no es principalmente asunto de médicos y hospitales. Estamos expuestos a enfermarnos debido a que nos vivimos en un medio ambiente insalubre, y por eso descontaminar Lima y controlar a las empresas mineras tiene tanta importancia. Una de las principales causas de muerte en nuestra capital son los accidentes de tránsito, y asegurar que el transporte público se haga en condiciones seguras puede hacer más por la salud que muchos médicos (implantar el cinturón de seguridad ha sido uno de los grandes avances en salud pública en la última década). Asunto fundamental para la salud es una buena alimentación y actividad física, y esto afecta tanto a pobres como a ricos, aunque de muy distinta manera. La pobreza, claro está, merece una mención en sí misma, siendo la base de muchas enfermedades.
La salud pública es sobretodo cuestión de cómo la sociedad en su conjunto organiza su trabajo y su vida, y la forma como esa organización social, y lo que hace cada familia y cada persona, cuida la salud de todos y cada uno. Que se tire la basura en la calle o se orine en las esquinas es un asunto de salud pública, así como lo es que haya niños haciendo malabares con fuego en las esquinas, que se siga usando asbesto o que muchos trabajen asumiendo riesgos innecesarios (oops...¿será que mi teclado es ergonómico??).
Debido a ello, una buena política de salud pública debe poner el énfasis en cambiar ordenamientos sociales y económicos. Debe orientarse a mejorar el medio ambiente, cambiar hábitos de vida, elevar conocimientos en salud, establecer condiciones de trabajo saludables. Demanda por ello un liderazgo político que de el ejemplo, junte esfuerzos de todos los sectores de la sociedad y aborde cuestiones que, en el orden institucional peruano, parecen corresponder a otros sectores distintos al de salud. Si el gobierno no lo hace, deberá ser entonces la sociedad civil organizada quien tome la iniciativa.
Hay que empezar por recordar que la salud en el Perú es deplorable. La tasa de mortalidad infantil, que supera los 40 por mil, es 4, 5 ó 6 veces mayor que la de Cuba, Costa Rica o Chile. Esto quiere decir que 18 mil niños mueren anualmente antes de cumplir un año de edad, por razones que países no más ricos que el nuestro han logrado ya superar. Las estadísticas desfavorables pueden repetirse en relación a la mortalidad materna, las enfermedades contagiosas, la malnutrición o las enfermedades del corazón.
La mala salud de los peruanos es, además, una de las causas de nuestro subdesarrollo. Los niños enfermos y desnutridos aprenden menos, y de esa manera estamos dejando escapar la productividad del futuro. Enfermedades como tuberculosis, malaria o SIDA siegan día tras día la población económicamente activa. La discapacidad producida por accidentes de trabajo o de tránsito perfectamente evitables, se transforma en exclusión económica, política y social. No poder acceder a servicios de salud obliga a millones de mujeres a permanecer en el hogar cuidando a sus seres queridos, impidiendo que trabajen. Es indispensable recordar que no hay desarrollo sin salud pública.
La principal razón de que la salud pública no ande bien es que tiene poca prioridad política y social. La salud no es principalmente asunto de médicos y hospitales. Estamos expuestos a enfermarnos debido a que nos vivimos en un medio ambiente insalubre, y por eso descontaminar Lima y controlar a las empresas mineras tiene tanta importancia. Una de las principales causas de muerte en nuestra capital son los accidentes de tránsito, y asegurar que el transporte público se haga en condiciones seguras puede hacer más por la salud que muchos médicos (implantar el cinturón de seguridad ha sido uno de los grandes avances en salud pública en la última década). Asunto fundamental para la salud es una buena alimentación y actividad física, y esto afecta tanto a pobres como a ricos, aunque de muy distinta manera. La pobreza, claro está, merece una mención en sí misma, siendo la base de muchas enfermedades.
La salud pública es sobretodo cuestión de cómo la sociedad en su conjunto organiza su trabajo y su vida, y la forma como esa organización social, y lo que hace cada familia y cada persona, cuida la salud de todos y cada uno. Que se tire la basura en la calle o se orine en las esquinas es un asunto de salud pública, así como lo es que haya niños haciendo malabares con fuego en las esquinas, que se siga usando asbesto o que muchos trabajen asumiendo riesgos innecesarios (oops...¿será que mi teclado es ergonómico??).
Debido a ello, una buena política de salud pública debe poner el énfasis en cambiar ordenamientos sociales y económicos. Debe orientarse a mejorar el medio ambiente, cambiar hábitos de vida, elevar conocimientos en salud, establecer condiciones de trabajo saludables. Demanda por ello un liderazgo político que de el ejemplo, junte esfuerzos de todos los sectores de la sociedad y aborde cuestiones que, en el orden institucional peruano, parecen corresponder a otros sectores distintos al de salud. Si el gobierno no lo hace, deberá ser entonces la sociedad civil organizada quien tome la iniciativa.
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