Entre setiembre del 2007 y agosto del 2008, los precios han subido en Cusco en 12,5%, en Moyobamba 11,4%, en Huaraz 11,3%; en Chiclayo 10,3%, en Piura 8,4% y en Lima 6,3%. La inflación nacional ha saltado a 7%, si consideramos -como se debe- los precios de todo el país y no sólo los de Lima. Esa cifra duplica la meta tope de inflación fijada por el BCR.
Los más afectados por esta alza de precios han sido los trabajadores, cuyos sueldos y salarios siguen congelados; las familias pobres, que dedican la mayor parte de su presupuesto a alimentos que son los productos que más han subido; y las regiones del interior del país, donde la inflación ha sido mayor.
LAS CAUSAS DE LA INFLACION
La inflación es sobre todo un fenómeno macroeconómico. El problema no es el pollo; el alza de precios es generalizada, aunque algunos productos suban más que otros. Y las causas no son solamente externas, como dice el gobierno tratando de lavarse las manos, también la política económica actual es causante de la inflación.
La explicación más básica de una inflación como la que tenemos en el Perú de hoy, es que la demanda ha aumentado más que la oferta. Al mismo tiempo que hay mayor demanda por los diversos productos, la oferta no ha crecido al mismo ritmo, porque el gobierno no ha promocionado la agricultura.
Desde luego, decir que los peruanos estamos consumiendo demasiado, en un país con más de 40% de pobreza, o que hay mucho gasto público cuando los hospitales se caen a pedazos y los caminos rurales son un desastre, parece absurdo. Es que, efectivamente, ni el gasto de la enorme mayoría de peruanos ni el gasto público son excesivos. Todo lo contrario, son deficitarios en relación a las necesidades.
Lo que sucede es que, aunque la gran mayoría de los peruanos consume muy poco y el estado tiene bajos niveles de gasto e inversión social, por otro lado hay un grupo de peruanos y de empresas trasnacionales que concentran los ingresos y que gastan demasiado. Esto está generando la inflación.
Recordemos que en la economía, no vale el “una persona un voto”. Lo que cuenta son los soles. Más soles tienes, más vales y más impacto tienes en la economía. Así, los 11 millones de peruanos pobres, que según las cifras oficiales en tres años han aumentado su consumo en 75 céntimos diarios, suman 3 mil millones de soles adicionales. Esto no es ni el 1% del PBI, mientras en ese periodo el PBI ha crecido 25%. Es decir, los pobres no han recibido ni la veinteava parte del crecimiento. Podemos asegurar que no es por ellos que el consumo ha crecido mucho.
Por otro lado, los dueños de una veintena de empresas mineras aumentaron sus ingresos en 25 mil millones de soles: 8 veces más. También AFPs, bancos y grandes empresas en general han tenido utilidades récord.
DISTINTAS RECETAS
Frente a la inflación, la receta del ministro Valdivieso, siguiendo los tradicionales moldes del FMI es reducir el gasto público: menos gasto en educación, programas sociales e inversiones regionales. Nada de ajustar a “los de arriba”, nada de cobrar más impuestos a los que concentran la riqueza. ¡Si hasta mantiene cientos de millones de soles en subsidios de combustibles a las empresas mineras!
Dado el fuerte impacto de la inflación sobre los bolsillos populares, es necesario un plan alternativo al que está implementando el gobierno. Si se optara por una opción que redujera los ingresos de los de arriba, se podría al mismo tiempo reducir el acelerado crecimiento de la demanda macroeconómica que provoca inflación, y mantener e incluso ampliar el gasto social y en inversión regional. De esa manera, además, se podría ir mejorando las posibilidades de crecimiento económico en el mediano plazo, con mejor infraestructura y una población más educada y saludable.
Muchas otras políticas deben cambiarse en el Perú; las aquí propuestas solo contemplan aquellas relacionadas al objetivo de controlar la inflación.
En el terreno de la regulación de la moneda y el crédito, convendría reducir el acelerado crecimiento del crédito, mediante las siguientes medidas:
o Elevar los encajes a los préstamos que los bancos obtienen del exterior.
o Elevar las tasas de interés del BCR, hoy negativas en términos reales.
o Regular de manera más estricta los créditos de consumo (tarjetas de crédito, etc).
Por el lado del presupuesto público, se puede elevar el superávit fiscal para reducir la demanda agregada, pero sin los recortes al gasto social que va a hacer el gobierno, mediante:
o Un impuesto a las sobreganancias mineras y a las ganancias en bolsa de valores.
o Elevación de impuesto a la renta a los sectores de altos ingresos.
o Elevación de impuestos a productos de lujo (carros de lujo, yates, etc).
o Eliminación del subsidio a los combustibles que reciben las empresas mineras.
o Aumentar el gasto social, en infraestructura y en inversiones descentralizadas, financiado con estos ingresos adicionales, dentro de la mayor meta de superávit.
Esto debiera complementarse con políticas para sostener el crecimiento económico y reducir las presiones inflacionarias en el mediano plazo, como:
o Priorizar las inversiones públicas en infraestructura (carreteras y puertos).
o Asegurar un abastecimiento de energía (gas y electricidad) a precios competitivos.
o Priorizar las políticas de promoción agropecuaria, en particular hacia los pequeños productores y comunidades campesinas y nativas.
o Establecer una protección arancelaria adecuada para la industria nacional.
Finalmente, deben plantearse políticas sociales para defender a los pobres de la inflación y generar capital humano que sostenga un crecimiento futuro, tales como:
o Aumento del presupuesto de los programas sociales, para cubrir el alza de los precios y la ayuda adicional que debe darse a las familias.
o Avanzar hacia el aseguramiento universal en salud, para que las familias pobres no tengan que pagar cuando tienen un problema de salud.
o Aumento del salario mínimo.
o Reajuste de salarios mediante el restablecimiento de los derechos a la sindicalización y la negociación colectiva, negados en la práctica al permitirse los despidos de dirigentes y las services.
Con estas medidas se puede controlar la inflación, mantener el crecimiento y mejorar las condiciones de vida de los pobres. Es sólo cuestión de una decisión política de gobernar para las mayorías y no para el FMI.
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