Tenemos un nuevo ministro de economía, que aplica una nueva política. Bueno, nueva, que digamos nueva, no. Distinta a la de Carranza, sin duda. Pero la política de ajuste macroeconómico que está empezando a aplicar el ministro Luis Valdivieso es de lo más viejo y probado que hay.
Hace 30 años, cuando yo aún ni era estudiante de economía, la entonces funcionaria del FMI que venía al Perú a imponer sus políticas, Linda Koenig, planteaba las mismas políticas de ajuste. Hoy, “otra vuelta la burra al trigo”, como decía mi mamá.
Hace 30 años, cuando yo aún ni era estudiante de economía, la entonces funcionaria del FMI que venía al Perú a imponer sus políticas, Linda Koenig, planteaba las mismas políticas de ajuste. Hoy, “otra vuelta la burra al trigo”, como decía mi mamá.
Los funcionarios del FMI funcionan como doctores que tienen una sola receta: ajuste neoliberal. Ellos no creen que - igual que la gente- cada país tiene características propias y puede tener distintos problemas. Por eso, para los del FMI no hace falta auscultar el paciente: basta copiar siempre la misma receta. Ya Joseph Stiglitz reveló años atrás el bochornoso incidente en el cual una misión del FMI fue descubierta haciendo “copy-paste” del informe de un país para presentarlo a otro.
El FMI es hoy un organismo en crisis y desprestigiado por el total fracaso de sus políticas, en especial por la crisis que provocó en Argentina el 2000. Valdivieso es además un funcionario que no ha tenido ningún análisis o estudio de la economía peruana en 30 años. ¿Sin saber lo que pasa en el Perú, qué otra cosa iba a hacer Valdivieso sino repetir la misma vieja y desprestigiada política del ajuste neoliberal del FMI?
SI, HAY PROBLEMAS A LA VISTA
Pero aún quien propone siempre las mismas recetas, tendrá algunos aciertos. Como un reloj parado, que da la hora exacta dos veces al día. En este caso, Valdivieso tiene razón en la necesidad de reducir el ritmo de crecimiento de la demanda. Un par de datos lo muestran.
El más resaltado ha sido la inflación: cuando la demanda crece más que la oferta, los precios tienden a subir. La inflación ha saltado a 7%, si consideramos como se debe los precios de todo el país y no sólo de Lima. Más del doble de la meta tope del BCR. Y si bien la inflación importada ha sido alta, los productos nacionales también han subido, y siguen en alza a pesar de que los precios internacionales empiezan a caer.
El otro indicador es el de las importaciones. En este caso, si la demanda aumenta más que la producción nacional, se compra más del exterior. En el primer semestre de este año las importaciones han aumentado la friolera de 59%, cinco veces más que nuestra producción (PBI), y se proyecta que en el año alcancen US$ 27 mil millones de dólares.
Nuestro equilibrio con el exterior no está aún en estado crítico, gracias a exportaciones sustentadas en precios de los metales excepcionalmente altos. Pero si combinamos el acelerado crecimiento de las importaciones con la caída de precios de los metales que se ha iniciado el mes pasado, los problemas están a la vista.
Valdivieso también tiene razón en resaltar la responsabilidad en el sobrecalentamiento económico del Banco Central de Reserva, que favoreció un enorme crecimiento del crédito (de ocho mil millones de dólares en el último año) y no ha sabido controlarlo hasta la fecha. Las respuestas de Julio Velarde, Presidente del BCR, echándole toda la culpa a la inflación externa y proponiendo que combatamos la inflación sembrando verduras en las azoteas, son realmente ridículas.
Ojalá Valdivieso, o al menos Lourdes Flores, jefa del partido al que pertenece Velarde, puedan hacerlo entrar en razón y lo convenzan de regular un poco a los banqueros, en aras de defender la estabilidad macroeconómica. ¿O no hemos aprendido las lecciones de la reciente crisis norteamericana, provocada precisamente por haber dejado a los financistas sin control? ¿Hasta cuándo vamos a dejar que los bancos hagan lo que quieran, para que luego paguemos todos los peruanos los platos rotos?
EXCESO DE DEMANDA ¿DE QUIENES?
Desde luego, decir que los peruanos estamos consumiendo demasiado, en un país con más de 40% de pobreza, o que hay mucho gasto público cuando los hospitales se caen a pedazos y los caminos rurales son un desastre, parece absurdo. Es que, efectivamente, ni el gasto de la enorme mayoría de peruanos ni el gasto público son excesivos. Todo lo contrario, son deficitarios en relación a las necesidades.
Pero sí ha habido un crecimiento excesivamente rápido del gasto a nivel macroeconómico, es decir, de la suma de todos los peruanos. Lo que sucede es que, aunque la gran mayoría de los peruanos consume muy poco y el estado tiene bajos niveles de gasto e inversión social, por otro lado hay un grupo de peruanos y de empresas trasnacionales que concentran los ingresos y que gastan demasiado.
Recordemos que en la economía, no vale el “una persona un voto”. Lo que cuenta son los soles. Más soles tienes, más vales y más impacto tienes en la economía. Así, los 11 millones de peruanos pobres, que según las cifras oficiales en tres años han aumentado su consumo en 75 céntimos diarios, suman 3 mil millones de soles adicionales. Esto no es ni el 1% del PBI, mientras en ese periodo el PBI ha crecido 25%. Es decir, los pobres no han recibido ni la veinteava parte del crecimiento. Podemos asegurar que no es por ellos que el consumo ha crecido mucho.
Por otro lado, los dueños de una veintena de empresas mineras aumentaron sus ingresos en 25 mil millones de soles: 8 veces más. También AFPs, bancos y grandes empresas en general han tenido utilidades récord. Está a la vista que hay en Lima una clase alta que se ha enriquecido. ¿Quiénes entonces son entonces los que están gastando demasiado?
DISTINTAS RECETAS
La receta del ajuste neoliberal de Valdivieso es, sobre todo, ajustar al gasto público: menos gasto en educación y en inversiones regionales. Nada de ajustar a “los de arriba”, nada de cobrar más impuestos a los que concentran la riqueza. ¡Si hasta mantiene cientos de millones de soles en subsidios de combustibles a las empresas mineras!
Si se optara por una opción que redujera los ingresos de los de arriba, se podría al mismo tiempo reducir el acelerado crecimiento de la demanda macroeconómica, y mantener e incluso ampliar el gasto social y en inversión regional. De esa manera, además, se podría ir mejorando las posibilidades de crecimiento económico en el mediano plazo, con mejor infraestructura y una población más educada y saludable.
Pero ya sabemos que para Alan García, a bancos, trasnacionales y mineras no se les puede tocar ni con el pétalo de una rosa. Por eso es que tenemos al FMI de ministro de economía.
Publicado en CNR
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