Los grandes riesgos que debemos controlar para que la minería genere desarrollo

lunes, 14 de julio de 2008

¿Cualquier negocio es bueno para el desarrollo? ¿Toda acumulación de riqueza que se haga en nuestro territorio debe ser aceptada y promovida? ¿No importa cual y como se haga?
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Muchos negocios y empresas traen algunos inconvenientes. Unos más, otros menos. Un prostíbulo al lado de nuestra casa difícilmente nos gustaría. Tampoco un local para fiestas que ponga la música a todo volumen hasta las 6 de la mañana.
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Algunos negocios de plano están prohibidos: no hay una tienda donde se vendan riñones, hígados o corazones. Tampoco donde se puedan comprar legalmente películas o fotos de sexo con niños (pedofilia). Otras empresas están reguladas: no podemos poner un letrero en la puerta de nuestra casa y decir que somos un banco y recibimos depósitos, ni podemos decir que somos doctores y recibir pacientes.
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En todos estos casos, el Estado actúa para evitar aquellos negocios que traen más daños que beneficios, y para asegurarse en otros casos que los efectos perniciosos sean controlados.
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La minería tiene algunos efectos perniciosos que saltan a la vista, como la contaminación ambiental o el desplazamiento de campesinos de sus tierras sin su consentimiento y sin una compensación económica justa. Pero puede generar otros problemas que son casi invisibles, como lo fue la propia contaminación ambiental durante siglos, tiempo en el que no fue considerada un problema hasta que los problemas empezaron a reventar en nuestra cara. Este artículo se orienta a discutir no los riesgos visibles, sino los invisibles, que por eso mismo suelen ser los más peligrosos.


RECUADRO: “Si la orientación de un gobierno es tal que probablemente haya pocos beneficios para la gente de la extracción de los recursos naturales, entonces los grupos nacionales y la comunidad internacional no deben dar ayuda a esa extracción. Presumiblemente, las posibilidades de que el dinero se use mejor después son mayores, así que lo recomendable es paciencia”.

J. Stiglitz, J. Sachs y M. Humphreys, “Escaping the resource curse” (“Escapando de la maldición de los recursos naturales”), página 15. Traducción propia. Joseph Stiglitz recibió el Premio Nobel de Economia y Jeffrey Sachs dirije el Proyecto Milenio de las Naciones Unidas y publicó recientemente el libro “El fin de la pobreza¨.


La maldición de los recursos naturales
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Una década atrás, dos economistas norteamericanos, Jeffrey Sachs y Andrew Warner, hicieron una investigación para ver qué factores influenciaban que unos países crecieran más que otros, e incluyeron como uno de los posibles factores, la cantidad de recursos naturales que tenían. Pensaban que, mientras más riqueza natural poseía un país, mejor podría irle a su economía. Pero resultó que era al revés, y esta sorpresa la llamaron la maldición de los recursos naturales”. Algunos años después, Gavin y Hausman vieron si esta teoría se aplicaba en Latinoamérica: encontraron que efectivamente los países que tenían más minería tendían a crecer menos, y los que se basaban en la minería metálica, como el Perú, menos todavía.
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Pero es una maldición de la que se pueda escapar. Botswana es un país cuya riqueza se basa en la explotación de diamantes y cobre, y es al mismo tiempo el país con mayor crecimiento económico de mundo entre 1960 y el 2000. Chile fue durante mucho tiempo un país cuyas exportaciones eran 50% cobre, al punto que se decía que el cobre era “el salario de Chile”, y ha logrado también un importante despegue económico (aunque con mucha desigualdad). Pero en muchos otros lugares la explotación de recursos naturales como la minería y el petróleo, no han llevado al desarrollo. El Perú no es el único país minero poco desarrollado, ni posiblemente el peor: Nigeria, Angola, Chad o Sierra Leona en África comparten esta triste situación. Los estudiosos han identificado a nivel mundial las posibles causas por las cuales la mayoría de países mineros crece menos que el resto, que son los riesgos que debemos controlar si queremos que nuestra minería sea un factor de desarrollo y no de subdesarrollo.
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La minería: Sin querer queriendo afecta negativamente al resto de sectores económicos
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La minería peruana (incluyendo la actividad petrolera y gasífera) tiene características por las que se le ha llamado de enclave, porque no tiene mayores efectos positivos sobre el desarrollo productivo y tecnológico nacional. Cuando un país tiene, por ejemplo, una industria automotriz, esta industria tiene que comprar muchas piezas: motores, carburadores, frenos, bujías, pistones, amortiguadores, etc. Tiene también que usar muchos ingenieros y técnicos, que aprenden mientras trabajan, en lo que se ha llamado “aprender haciendo”. Así, esta industria promueve el desarrollo de industrias que hagan todas esas piezas, y esas industrias a su vez pueden aplicar esa tecnología u otra parecida, a otras industrias: motos, mototaxis, ferrocarriles, lanchas, aviones, buses, tanques y muchas otras. Mediante estos dos efectos, la industria, así como sectores como los de la informática, tienen un amplio efecto sobre la economía. Eso sucede muy poco con la minería, que compra pocos insumos o materiales a otras industrias, cuyos equipos son importados y cuya tecnología se aplica muy difícilmente a otros sectores. Por ejemplo, una pala mecánica que carga 2 toneladas no usan muchos insumos y una planta concentradora es una tecnología que casi no se aplica a otra cosa. A pesar de que somos un país minero, las especialidad de ingeniería de minas no tiene muchos alumnos en las universidades peruanas.
Hay otra razón por la cual la minería, el gas y el petróleo tienden a generar poco desarrollo económico: tiene un límite natural, lo que no sucede con la industria. Una industria de carros en un país puede ampliarse y producir más y más, casi sin límites, si se dirige a la exportación. Al producir cantidades cada vez mayores, puede reducir cada vez más sus costos unitarios. Una mina no puede hacer eso: su producción está limitada y su productividad y costos está determinada por el yacimiento.
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Por todo ello la minería no es muy buena para el crecimiento económico, pero eso no nos dice que pueda tener efectos negativos. Que otros sectores sean mejores no quiere decir que la minería haga daño, aún cuando pensando en una estrategia de desarrollo, es un señal de que no debe ser priorizada.
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Pero si puede haber efectos negativos de un crecimiento acelerado de la minería sobre sectores industriales, mediante la llamada “enfermedad holandesa”, conocida así porque se estudió por primera vez tras el descubrimiento y explotación de unos pozos de gas en Holanda en los años 70. Esta “enfermedad” se produce porque los yacimientos de minerales, petróleo o gas pueden traer muchas muchos dólares a la economía, haciendo que el tipo de cambio caiga, es decir, el dólar baje de precio. El problema es que cuando el precio del dólar cae, a la industria, a la agricultura de exportación, al turismo, a los que hacen software para vender internacionalmente, se les hace más difícil competir: las importaciones salen más baratas y vender en el exterior se hace más caro. Y justamente sufre la industria, aquella actividad que a largo plazo genera, como hemos visto, más dinamismo económico y más cambio tecnológico.
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¿Qué hacer frente a estos riesgos? Tener una política que promueva a la industria y sectores dinámicos de los servicios, como los de la informática, mediante créditos, facilidades para la innovación tecnológica, protección del mercado interno y promoción de exportaciones. Para ello, se puede usar el dinero que nos otorga la explotación minera y de hidrocarburos. La ausencia de una política de este tipo en los últimos 15 años ha sido uno de los grandes pecados del neoliberalismo peruano. Chile y Botswana si han tenido esas políticas. Frente al problema del tipo de cambio que cae, políticas del Banco Central destinadas a evitar o controlar esa caída son muy importantes, como han hecho los países asiáticos en general. Esto se ha hecho en Perú en los últimos años, desde la gestión de Oscar Dancourt en el Banco Central, y ha estado muy bien.
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Los subibajas de los minerales y otras materias primas
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Un segundo problema de los países que tienen una importante proporción de su producción y exportaciones vinculados a los minerales, es que los precios de estos suben y bajan con mucha fuerza en el mercado internacional. Hoy el cobre se vende en el mundo a 3,50 dólares la onza, pero hace pocos años no llegaba ni a la cuarta parte. Algo similar pasa con el zinc, el oro o el plomo. Esto puede ser bueno, ya que las empresas reciben más plata y pagan más impuestos y podrían más fácilmente reinvertir o aumentar salarios. Pero el problema es que estas alzas de precios no suelen durar, y al cabo de unos años los precios caen, a veces muy fuertemente. Otras veces, los yacimientos se agotan.

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