Los seres humanos tienen cerca de 2 millones de años de existencia, y la civilización, unos 10 mil años de antigüedad. Eso ya es, por cierto, una ínfima parte del tiempo que ha transcurrido desde que existe lo que podemos llamar la vida en la tierra, que tiene más de 2 mil millones de años.
Mientras tanto, nuestra capacidad de prever con alguna aproximación los eventos futuros para la humanidad es de menos de 20 años. Incluso proyecciones económicas, políticas y sociales de mucho menor plazo suelen apartarse sustantivamente de lo que termina sucediendo. Meses antes de la caída de la Unión Soviética, la CIA pensaba que estaba muy sólida; y el actual alza del precio del petróleo no fue prevista por la mayoría de analistas ni por los mercados. Pero veinte años son apenas la quinta parte del uno por ciento del tiempo durante el que ha existido civilización humana y un cienmilésimo del tiempo que los seres humanos habitan el planeta. Así, veinte años, que para cualquiera de nosotros es, vaya, casi toda una vida, en tiempos históricos es una nimiedad.
Consideremos, además, que muchos de los procesos que afectan tremendamente nuestras vidas tienen largos periodos de incubación. El primer caso de VIH / SIDA parece haberse registrado en 1959, mientras que nos percatamos de la enfermedad 20 años después. La temperatura del planeta parece estarse calentando desde alrededor de un siglo, pero todavía hace una década el fenómeno no tenía el amplio consenso científico que tiene hoy. La obesidad es hoy ya claramente una epidemia, sobretodo en los Estados Unidos pero también en el Perú, y es probable que los hábitos de comida y vida promovidos en los últimos 40 años han jugado un rol destacado en desatarla.
Como humanidad estamos, pues, casi ciegos. Nuestra capacidad de mirar hacia delante es absolutamente limitada, incluso en relación a procesos que se están desarrollando ahora mismo, bajo nuestras narices, sin que nadie o casi nadie se haya percatado de su existencia e importancia.
A pesar de nuestra extrema miopía, la humanidad en los últimos cien años se ha puesto a correr. Multiplicamos ciudades, edificios y automóviles. La producción crece aceleradamente utilizando recursos y descargando tóxicos. Inventamos nuevos productos y transformaciones sin cesar, muchos de los cuales no tenemos idea del efecto futuro que puedan tener, como la clonación o los alimentos genéticamente modificados. Descargamos al medio ambiente cantidades de gases que producen el calentamiento global; y esa emisión a nivel mundial no está disminuyendo. Somos 7 mil millones, pero dentro de 40 años seremos tal vez el doble, tal vez más.
¿Quién ha visto a una persona casi ciega correr? ¿No es razonable que quien puede mirar muy poco hacia delante, vaya con mucho cuidado y avanzando despacio? A pesar de ello, para muchos analistas y medios lo mejor para la economía mundial es crecer más rápido. Vamos rápidos y furiosos, más rápidos y más furiosos, sin ver que podemos estrellarnos con algún insospechado obstáculo que no podemos ver.
Tal vez sea tiempo de poner más énfasis en calidad que en cantidad. Escoger mejor el mundo en el que queremos vivir. Pensar bien si esta carrera de locos por ser más, tener más y manipular la vida sin límites es realmente el camino a la felicidad.
Mientras tanto, nuestra capacidad de prever con alguna aproximación los eventos futuros para la humanidad es de menos de 20 años. Incluso proyecciones económicas, políticas y sociales de mucho menor plazo suelen apartarse sustantivamente de lo que termina sucediendo. Meses antes de la caída de la Unión Soviética, la CIA pensaba que estaba muy sólida; y el actual alza del precio del petróleo no fue prevista por la mayoría de analistas ni por los mercados. Pero veinte años son apenas la quinta parte del uno por ciento del tiempo durante el que ha existido civilización humana y un cienmilésimo del tiempo que los seres humanos habitan el planeta. Así, veinte años, que para cualquiera de nosotros es, vaya, casi toda una vida, en tiempos históricos es una nimiedad.
Consideremos, además, que muchos de los procesos que afectan tremendamente nuestras vidas tienen largos periodos de incubación. El primer caso de VIH / SIDA parece haberse registrado en 1959, mientras que nos percatamos de la enfermedad 20 años después. La temperatura del planeta parece estarse calentando desde alrededor de un siglo, pero todavía hace una década el fenómeno no tenía el amplio consenso científico que tiene hoy. La obesidad es hoy ya claramente una epidemia, sobretodo en los Estados Unidos pero también en el Perú, y es probable que los hábitos de comida y vida promovidos en los últimos 40 años han jugado un rol destacado en desatarla.
Como humanidad estamos, pues, casi ciegos. Nuestra capacidad de mirar hacia delante es absolutamente limitada, incluso en relación a procesos que se están desarrollando ahora mismo, bajo nuestras narices, sin que nadie o casi nadie se haya percatado de su existencia e importancia.
A pesar de nuestra extrema miopía, la humanidad en los últimos cien años se ha puesto a correr. Multiplicamos ciudades, edificios y automóviles. La producción crece aceleradamente utilizando recursos y descargando tóxicos. Inventamos nuevos productos y transformaciones sin cesar, muchos de los cuales no tenemos idea del efecto futuro que puedan tener, como la clonación o los alimentos genéticamente modificados. Descargamos al medio ambiente cantidades de gases que producen el calentamiento global; y esa emisión a nivel mundial no está disminuyendo. Somos 7 mil millones, pero dentro de 40 años seremos tal vez el doble, tal vez más.
¿Quién ha visto a una persona casi ciega correr? ¿No es razonable que quien puede mirar muy poco hacia delante, vaya con mucho cuidado y avanzando despacio? A pesar de ello, para muchos analistas y medios lo mejor para la economía mundial es crecer más rápido. Vamos rápidos y furiosos, más rápidos y más furiosos, sin ver que podemos estrellarnos con algún insospechado obstáculo que no podemos ver.
Tal vez sea tiempo de poner más énfasis en calidad que en cantidad. Escoger mejor el mundo en el que queremos vivir. Pensar bien si esta carrera de locos por ser más, tener más y manipular la vida sin límites es realmente el camino a la felicidad.
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