En los últimos meses he estado escribiendo e insistiendo sobre la crisis internacional y su impacto en el Perú. Los despidos masivos, la caída de precios agropecuarios, el desastre de nuestros fondos en las AFPs, muestran que efectivamente no estábamos blindados. Y la situación económica va a empeorar en los próximos meses.
Hay diversos problemas nacionales, muy serios, que no están directamente afectados por esta crisis. Los serios problemas ambientales, la mala calidad de la educación, la falta de acceso a la salud y los riesgos que tienen los pacientes, las violaciones a los derechos humanos en casos como las torturas de Majaz, la corrupción generalizada, la injusticia del sistema de justicia, el autoritarismo del gobierno y el desprestigio del Congreso, el centralismo, el abandono de la ciencia y tecnología, la desatención al agro y las pequeñas empresas, los conflictos sociales, la venalidad en la televisión y muchos medios masivos de comunicación, los abusos de las empresas hacia sus trabajadores, la discriminación de las mujeres, la exclusión de los pueblos indígenas, son todos problemas que siguen presentes y que demandan solución.
En todos estos temas, el gobierno de Alan García ha sido absolutamente conservador. No ha promovido reformas y ha mantenido todos esos graves problemas sin atender, lo que ha hecho que se vayan agravando con el tiempo.La crisis económica dificulta la atención a estos problemas. Los dos primeros años de gobierno fueron de excepcional bonanza económica, gracias a una coyuntura internacional excepcional. Eran por eso el momento ideal para que un gobierno se concentrara en mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos. Lamentablemente, no lo hizo, y ahora la crisis económica obliga a atender un nuevo frente de acción.
Pero eso no quiere decir que debiéramos resignarnos a todos esos lastres de la vida nacional. Por el contrario, si bien la crisis genera dificultades, también genera oportunidades. La retracción de la inversión minera debiera servir para repensar una estrategia en relación al medio ambiente, las comunidades y la tributación. La necesidad de aumentar el gasto público como una medida anticíclica debiera servir para lanzar una mejora sustancial de la salud pública y un sistema de pensiones asistenciales. El fracaso hoy más evidente del modelo económico, debiera llevarnos a iniciar una modificación de fondo del mismo, para que la respuesta a la crisis no sea como seguir con lo mismo sino como iniciar un desarrollo económico inclusivo y sustentable. La necesidad de que la respuesta a la crisis refleje una verdadera unidad nacional, debiera hacer que se promueva una mayor democratización del país y un respeto a los derechos humanos. Nada de eso aparece en la agenda del gobierno.
Lástima que tengamos un gobierno que no solo es de extrema derecha, sino que enfeudado a los grandes empresarios y la Confiep, carece de la imaginación, la empatía con el pueblo y la confianza en la organización ciudadana como para responder a la crisis eficazmente y aprovechando las oportunidades.
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