Un amplio debate se ha abierto en las últimas semanas sobre la izquierda y su relación con Ollanta Humala. Sin una apreciación previa de cuáles son las ideas básicas de la izquierda, es imposible intentar una respuesta.
Defino la izquierda como aquella corriente política cuyos valores fundamentales son la justicia social, los derechos humanos y la democracia, entendida esta última como la más amplia participación colectiva en los asuntos públicos. Como se puede ver, desde mi punto de vista la izquierda no solamente propone una distribución más justa de la riqueza, también demanda una distribución amplia del poder político. La defensa de la democracia está en la esencia de una izquierda auténtica.
La importancia de los derechos humanos en este contexto no puede subestimarse, considerando que estos principios universales defienden tanto libertades civiles fundamentales para la democracia como derechos económicos y sociales que son precisamente la base de justicia social que desde la izquierda proponemos ampliar en su contenido.
Siendo consustancial a la izquierda el combatir cualquier concentración de poder, esto establece un marco determinado de actuación política. Para una izquierda auténtica, solo son válidas aquellas formas de acción que respeten los derechos humanos – no a la violencia – y que amplíen la participación de los pobres en las decisiones políticas. La izquierda no puede, por eso, promover movimientos aluvionales de adhesión sentimental a un caudillo que dirige sin consultar; sólo puede ser lenta suma y organización de voluntades conscientes.
Un discurso que apunta a una mejor distribución de la riqueza, como el que enarbola Ollanta Humala, sin duda es cercano a las ideas de la izquierda en este aspecto. Pero la esencia de la izquierda es un discurso que integra lo económico con lo político. La ampliación de la participación política del pueblo no pasa por caudillos redentores con una relación paternalista y vertical con la “masa”, donde no hay formas de participación popular, no hay estructuras donde la gente pueda decidir ni hay transparencia de la actuación de quienes toman las decisiones, como hasta hoy es el ollantismo.
Si algo me preocupa de Ollanta es lo incierto de su orientación. ¿Predominarán en su entorno los izquierdistas sesentones, los Torres Caro y militares más o menos vinculados al montesinismo, los empresarios bien intencionados o de los otros? A lo mejor el resultado final no es tan malo. Pero el sólo hecho de no saber adónde apunta, es claro reflejo de que el “ollantismo” no amplía la participación política ciudadana, sino sólo expresa temporalmente el descontento popular contra quienes dirigen el país. Frente a ello, la izquierda no puede practicar una “tirada de dados” o irresponsable apuesta al descontento sin rumbo; tiene que ser construcción consciente del destino colectivo.
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Parece que algunos amigos creen que es posible, a través de movimientos como el humalismo, buscar atajos hacia el socialismo. Talvez valga la pena recordarles esta fase genial de José Carlos Mariátegui: “La historia es duración. No vale el grito aislado, por largo que sea su eco. Vale la prédica constante, continua, persistente”. Mejor persistir en buscar un Perú más justo hecho por las manos solidarias de los peruanos, que arriesgar apuestas por redentores que no llevan adonde queremos ir.
Parece que algunos amigos creen que es posible, a través de movimientos como el humalismo, buscar atajos hacia el socialismo. Talvez valga la pena recordarles esta fase genial de José Carlos Mariátegui: “La historia es duración. No vale el grito aislado, por largo que sea su eco. Vale la prédica constante, continua, persistente”. Mejor persistir en buscar un Perú más justo hecho por las manos solidarias de los peruanos, que arriesgar apuestas por redentores que no llevan adonde queremos ir.
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