Pro-Perú: Hay mejores alternativas

viernes, 18 de febrero de 2005

¿Es Pro-Perú una buena alternativa para el país? El primer elemento de evaluación es que constituye una ayuda para los pobres, con lo que no podemos sino estar de acuerdo. Pero, suponiendo que efectivamente tenemos los 100 o mejor 300 millones de dólares para mejorar el gasto social y ayudar a reducir la pobreza, ¿es ésta la mejor manera de gastarlos?

Desde el lado de los subsidios, desde luego entregar dinero en efectivo no tiene absolutamente nada de malo. Puede, por cierto, ser mejor que entregar alimentos, que tienen los problemas de tener que comprarlos, almacenarlos, enfrentar las presiones de productores e industriales interesados, etc. Pero la siguiente pregunta es a quién dárselo.

La idea de entregarlos a condición de que los niños vayan al colegio y a los centros de salud no es la mejor forma de mejorar la educación y salud de nuestros niños. Ya hay una atracción para que los niños vayan al colegio, que se llama desayuno escolar. Este programa sirve además para mejorar la nutrición y el aprendizaje combatiendo la anemia, cosa que un dinero en efectivo no lograría. Además, solo un 5% de los niños peruanos no van al colegio, a diferencia de México donde un 15% no lo hacían por trabajar. El problema principal de la educación peruana es su baja calidad y la desnutrición infantil, y no la asistencia. En cuanto a la salud, también es mejor la entrega de papillas, que atiende los temas de desnutrición. Al mismo tiempo, hay que hacer llegar los servicios a todas las comunidades y establecer un serio esfuerzo de promoción de la salud, educando a las madres en temas de alimentación, higiene y salud, cuidado y estimulación temprana, para lo cual las redes sociales del vaso de leche y los comedores populares pueden ser de gran ayuda. En otras palabras, si el objetivo son los niños, mejor resultado obtendremos de otras maneras.

Aún así, no es mala la idea de entregar dinero como una ayuda a las familias pobres. Pero como asistencia, ¿no sería mejor darle el dinero a quienes realmente no tienen ya como sostenerse económicamente, porque por razones de edad o discapacidad simplemente no pueden trabajar? Mal que bien, las mujeres y hombres de 20 a 65 años sanos, podemos de una u otra manera buscarnos un sustento. Pero ¿qué de los ancianos de 70 u 80 años que no tienen como sostenerse, y a quienes veo por las calles de Lima pidiendo limosna? ¿qué de las personas tan severamente discapacitadas que no pueden valerse por sí mismas o cuya productividad está permanentemente afectada? Estos han sido los grupos en los cuales los sistemas de seguridad social, en todo el mundo, han puesto el énfasis. No muy lejos, en Bolivia, Brasil Chile, Argentina y Costa Rica, los gobiernos tienen programas para otorgar pensiones a ancianos pobres. Un programa de este tipo no costaría más sino menos que lo que Pro-Perú costaría (un análisis sobre pensiones puede verse en www.actualidadeconomica-peru.com)

Por último, si se trata de ayudar a salir de la pobreza a las familias pobres, estoy seguro que ellas preferirían tener opciones de trabajo e ingresos, que recibir un subsidio del gobierno. También en este caso, hay programas exitosos orientados a mejorar la productividad de las familias campesinas construyendo pequeños caminos e irrigaciones, dándoles asistencia técnica, crédito y apoyo para conectarse al mercado, así como de apoyo a las pequeñas y micro empresas y de capacitación laboral juvenil. Solo que funcionan a muy pequeña escala.

Dicho todo eso, vale la pena insistir en que, si se trata de ayudar a los pobres, no podemos sino estar de acuerdo. Es esa voluntad de reducir la pobreza la que debe guiar tanto el esfuerzo presupuestal para aumentar el gasto social como la voluntad de utilizar estos recursos de la mejor manera posible.

0 comentarios: