Estamos sin política social

sábado, 15 de agosto de 2009

El Perú con el gobierno actual carece de una política social. Ica y el sur espera todavía por la reconstrucción. La salud pública está en tan mal estado que cientos mueren de frío en el sur. La crisis genera despidos masivos y empobrece a cientos de miles de agricultores, y no hay respuesta alguna. Los programas alimentarios, el vaso de leche y los comedores populares, no han tenido una sola propuesta de mejora. La desnutrición crónica no disminuye, y en contradicción a lo que dice el gobierno, las propias encuestas del INEI muestran que el acceso al agua potable y el alfabetismo casi no han aumentado.

Toda la atención del gobierno ha estado centrada en atraer la inversión, sobretodo extranjera, dándoles condiciones más y más favorables. Alan García cree en la teoría del “chorreo”, que los pobres esperen nomás que algún día les llegará el empleo que buscan, que se conformen con las migajitas que caen para algunos y que con esos centavos mejoren su vida. O, quien sabe, simplemente no le importan.

Valga la oportunidad para recordarle a Alan García la importancia de la política social. La educación, la salud y la seguridad social son componentes esenciales de la calidad de vida. El progreso en ellos no deviene naturalmente del crecimiento económico y menos de uno con alta concentración de la riqueza; se necesita una acción pública fuerte y coherente. Una política social fuerte y eficaz es indispensable para la sobrevivencia y fortalecimiento de la democracia. Son un pilar básico de la legitimidad del Estado, que hace sentir a los ciudadanos que la democracia trabaja para ellos. Son un elemento fundamental para establecer condiciones de equidad mediante derechos sociales y redistribuir la riqueza creada.

Pero las políticas sociales exitosas no son improvisadas. La vinculación entre el aparato del estado y la sociedad es vital en ellas, pero para su eficacia hace falta liderazgo, planificación y gerencia. La participación ciudadana es importante en las políticas sociales, pero no reemplaza al conocimiento técnico y a la buena organización estatal; al revés, solo es útil cuando la complementa. La conducción política debe articular la organización estatal con la ciudadanía mediante mensajes claros y no lanzando ideas sin estrategia.

Frente al abandono del gobierno de la política social, se requiere otra mirada para el desarrollo. Una que de más prioridad a mejorar la educación, la salud y la vida, y que equilibre lo económico y lo social, potenciando ambos. Hacerlo exige, por cierto, también considerar de otra manera a los actores del desarrollo: las grandes empresas privadas no son eficaces en lo social; hace falta un Estado más comprometido y que trabaje estrechamente con la población, con los promotores de salud, los maestros y las comunidades y pueblos indígenas. El Perú necesita una buena política social, de salud, de seguridad social, de trabajo y educación, y para eso necesitamos políticos que les den prioridad.

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