La enorme mayoría de los economistas peruanos frente a la crisis internacional propone la necesidad de actuar en forma contracíclica. Es muy lógico. Pero recordemos que frente a la crisis de 1999, los neoliberales, encabezados por Fritz Dubois y el IPE, decían que lo mejor era que el estado no hiciera nada. Y efectivamente, eso fue lo que hizo el Banco Central de Reserva: nada. Como además el liberalismo extremo había permitido que los bancos actuaran irresponsablemente, la salida de capitales se convirtió en una crisis bancaria. A su vez, el Ministerio de Economía, presionado por el FMI, recortó el gasto público. De esa manera nos hundieron en una recesión que duró varios años, atravesando el gobierno de transición y afectando la primera mitad del gobierno de Toledo. Se redujo el empleo, la pobreza aumentó, el gasto social sufrió: la caída económica tuvo grandes costos sociales.
Ante la crisis actual, casi a nadie se le ocurre que el gobierno debiera quedarse de brazos cruzados. Incluso los economistas de derecha hablan de una política contracíclica. Claro que no dijeron nada en los meses anteriores, cuando hubo una política pro-cíclica: en plena expansión económica el BCR abrió el caño de los préstamos externos de corto plazo a la banca, generando un boom crediticio altamente riesgoso, al mismo tiempo que también se daba un fuerte impulso fiscal sustentado en ingresos tributarios extraordinarios. Pero que bueno que ahora hayan entrado en sensatez y están planteando una política macroeconómica orientada a amenguar la crisis. Pena que el Ministerio de Economía y Finanzas, encargado a un funcionario del FMI, no tenga esto del todo claro aún, aunque parece que va en camino. Las ideas de Keynes avanzan, y la ventaja que ello puede traer en términos de menos crisis y menos sufrimiento para las familias, es enorme.
Sólo que Keynes estudió los países desarrollados, y no a quienes estamos en el subdesarrollo. Una diferencia crucial entre ambos grupos de países fue advertida por las corrientes económicas llamadas “estructuralistas”: la dependencia externa. Si hay algún elemento distintivo fundamental en nuestro equilibrio macroeconómico, es que el equilibrio externo, nuestra capacidad de importar y la evolución del tipo de cambio (el precio del dólar), son centrales en una economía como la peruana. 5 de 6 crisis económicas habidas en el Perú en los últimos 50 años han sido causadas por desequilibrios externos.
Quienes desde la derecha neoliberal hoy plantean políticas anticíclicas, olvidan este elemento fundamental. Esta crisis internacional no tiene solamente un efecto financiero, rápido y fuerte, manifestado en la salida de capitales y la caída de la bolsa. Tiene también un grave efecto sobre nuestro equilibrio externo, por la abrupta caída de los precios de las materias primas que exportamos. Y como las importaciones han crecido enormemente por la apertura externa, estamos en una posición vulnerable.
Es por eso que el Perú no está “blindado” frente a la crisis. Para las mayorías nacionales, para los pobres del Perú, esta crisis puede ser una tragedia. Si había un goteo, con la crisis este pararía. Peor aún, sus economías familiares pueden también irse para abajo. Esto es algo que hay que evitar a como de lugar. Una política anticrisis, que preserve el gasto público y en especial aumente las inversiones en infraestructura y el gasto social, y que al mismo tiempo reestablezca el equilibrio externo reduciendo las importaciones mediante impuestos selectivos a los productos de lujo y mayor protección arancelaria a la industria y agricultura nacionales que generan empleo, es fundamental.
Ante la crisis actual, casi a nadie se le ocurre que el gobierno debiera quedarse de brazos cruzados. Incluso los economistas de derecha hablan de una política contracíclica. Claro que no dijeron nada en los meses anteriores, cuando hubo una política pro-cíclica: en plena expansión económica el BCR abrió el caño de los préstamos externos de corto plazo a la banca, generando un boom crediticio altamente riesgoso, al mismo tiempo que también se daba un fuerte impulso fiscal sustentado en ingresos tributarios extraordinarios. Pero que bueno que ahora hayan entrado en sensatez y están planteando una política macroeconómica orientada a amenguar la crisis. Pena que el Ministerio de Economía y Finanzas, encargado a un funcionario del FMI, no tenga esto del todo claro aún, aunque parece que va en camino. Las ideas de Keynes avanzan, y la ventaja que ello puede traer en términos de menos crisis y menos sufrimiento para las familias, es enorme.
Sólo que Keynes estudió los países desarrollados, y no a quienes estamos en el subdesarrollo. Una diferencia crucial entre ambos grupos de países fue advertida por las corrientes económicas llamadas “estructuralistas”: la dependencia externa. Si hay algún elemento distintivo fundamental en nuestro equilibrio macroeconómico, es que el equilibrio externo, nuestra capacidad de importar y la evolución del tipo de cambio (el precio del dólar), son centrales en una economía como la peruana. 5 de 6 crisis económicas habidas en el Perú en los últimos 50 años han sido causadas por desequilibrios externos.
Quienes desde la derecha neoliberal hoy plantean políticas anticíclicas, olvidan este elemento fundamental. Esta crisis internacional no tiene solamente un efecto financiero, rápido y fuerte, manifestado en la salida de capitales y la caída de la bolsa. Tiene también un grave efecto sobre nuestro equilibrio externo, por la abrupta caída de los precios de las materias primas que exportamos. Y como las importaciones han crecido enormemente por la apertura externa, estamos en una posición vulnerable.
Es por eso que el Perú no está “blindado” frente a la crisis. Para las mayorías nacionales, para los pobres del Perú, esta crisis puede ser una tragedia. Si había un goteo, con la crisis este pararía. Peor aún, sus economías familiares pueden también irse para abajo. Esto es algo que hay que evitar a como de lugar. Una política anticrisis, que preserve el gasto público y en especial aumente las inversiones en infraestructura y el gasto social, y que al mismo tiempo reestablezca el equilibrio externo reduciendo las importaciones mediante impuestos selectivos a los productos de lujo y mayor protección arancelaria a la industria y agricultura nacionales que generan empleo, es fundamental.
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