La economía peruana ya entró en recesión. El crecimiento económico se detuvo y la producción nacional está reduciéndose. Las cifras oficiales indican que el PBI de febrero fue 0.19% mayor que febrero del año pasado. Pero si comparamos el PBI de febrero del 2009 con el de unos meses atrás, en vez de ir para arriba, estamos yendo para abajo.
Lo mismo sucede con las cifras de empleo, que en los últimos 4 meses han caído en 3%. Estas cifras nos indican que ya pasamos de una crisis que afectaba únicamente a algunos sectores exportadores, a una recesión que se ha generalizado en la mayor parte de la economía nacional. A los miles de empleos perdidos en el sector textil, agroexportador y turístico, y a la drástica reducción de ingresos de alpaqueros, cafetaleros y otros agricultores, se suman ahora muchas otras familias en diversas ramas de la economía.
El gobierno afirmó durante meses que estábamos blindados y que la crisis internacional no tocaría nuestras puertas. No ha sido así por una razón principal: la torpeza del gobierno en hacer frente a la crisis internacional. Pensaron que iba a ser una crisis pasajera y leve, cuando desde el comienzo se veía que podía ser fuerte y prolongada. En tiempos difíciles lo mejor es estar preparado para lo peor, pero el gobierno prefirió pintarse un improbable futuro rosado. Tremendo error, que se explica por la postura neoliberal del gobierno de apostar toda su estrategia al capital internacional y pensar que la intervención estatal en la economía debe ser mínima.
Basados en esa sesgada visión de la realidad, la política económica de todo el segundo semestre del 2008 fue de negación de la crisis internacional. Se limitaron a evitar que la salida de capitales produjera una abrupta elevación del tipo de cambio y una contracción del crédito, mediante la acción del Banco Central de Reserva de vender dólares y proveer liquidez. Al mismo tiempo, optaron por reducir el gasto y la inversión pública, agravando los impulsos recesivos.
El Plan Anti-Crisis
Tardíamente, el gobierno cambió al ministro de economía y se lanzó un plan anti-crisis, oficialmente llamado de “estímulo económico”. Los resultados muestran que ese plan no está funcionando.
En términos macroeconómicos, el principal problema del plan anti-crisis es que confiaba todo a un rápido repunte de la inversión privada y pública. Las recientes declaraciones presidenciales muestran que su confianza a ciegas en la inversión privada, ha fracasado una vez más. Pero el problema también ha estado en la inversión pública: como era previsible, esta demora en hacerse realidad, sobretodo al haberse optado por un esquema centralista que, frente a los gobiernos regionales y municipios, mantiene recortes presupuestales y trabas al desarrollo de sus capacidades gerenciales y técnicas. El gobierno apostó a una inversión pública centrada en los ministerios apristas de transportes y de vivienda, sin lograr los resultados deseados.
En tiempos de crisis, la rapidez para ejecutar los planes es de primordial importancia. Al confiar todo el plan anti-crisis a la inversión, el gobierno dejó de lado otros mecanismos que pueden actuar con más velocidad para estimular la demanda, como son aquellos directamente relacionados a los ingresos y el consumo de la población.
Salir de la Crisis con otro rumbo
La política económica actual no solamente ha permitido la profundización de la crisis; también representa un reforzamiento del modelo neoliberal. El remate de nuestros puertos y la entrega de concesiones de infraestructura mal reguladas a grandes empresas va a significar enormes costos a los usuarios. La priorización de la extracción de minerales y petróleo se sigue promoviendo aunque arrase con el bosque amazónico, el medio ambiente y los derechos de las comunidades y pueblos indígenas.
El último episodio de esta política es la de la libre disponibilidad de la CTS al mismo tiempo que se niega todo aumento de los sueldos y salarios. Se opta porque los trabajadores se coman los ahorros que deben servirles para hacer frente al riesgo de desempleo, justo cuando éste riesgo está más presente que nunca. Por el contrario, lo que debe hacerse es efectivamente aumentar los ingresos de los trabajadores, pero no a costa de ponerlos en mayor situación de vulnerabilidad. ¿Por qué no se rebaja las comisiones y aportes a las AFPs, a quienes desde hace meses les pagamos para que nuestra plata pierda en vez de ganar? ¿Por qué no se reajusta el salario mínimo y se mejoran sueldos y/o bonificaciones a maestros y servidores públicos? ¿Por qué no se facilita que los trabajadores privados en general aumenten sus remuneraciones? Estas son las opciones que se necesitan, aumentando la demanda pero no a costa de aumentar la inseguridad de las familias en medio de la crisis.
El Perú necesita una política económica y social distinta a la actual para salir de la crisis. Pero el objetivo no es regresar a dónde estábamos, a un modelo neoliberal que agrava la desigualdad, acentúa las fracturas sociales y afecta tremendamente nuestro medio ambiente. No debemos retomar el mismo tipo de crecimiento económico sin desarrollo humano y social. Aumentos de salarios públicos y privados, y más presupuesto a programas sociales que directamente vayan a los más pobres, eran y son alternativas anti-crisis que pueden funcionar con rapidez, y que además tienen la virtud de orientarse a los más necesitados. Más allá del corto plazo, debemos apuntar a un desarrollo con orientación humana, basado en la agricultura y la industria, respetando la ecología y donde la salud, la educación y la seguridad social sean componentes fundamentales.
Lo mismo sucede con las cifras de empleo, que en los últimos 4 meses han caído en 3%. Estas cifras nos indican que ya pasamos de una crisis que afectaba únicamente a algunos sectores exportadores, a una recesión que se ha generalizado en la mayor parte de la economía nacional. A los miles de empleos perdidos en el sector textil, agroexportador y turístico, y a la drástica reducción de ingresos de alpaqueros, cafetaleros y otros agricultores, se suman ahora muchas otras familias en diversas ramas de la economía.
El gobierno afirmó durante meses que estábamos blindados y que la crisis internacional no tocaría nuestras puertas. No ha sido así por una razón principal: la torpeza del gobierno en hacer frente a la crisis internacional. Pensaron que iba a ser una crisis pasajera y leve, cuando desde el comienzo se veía que podía ser fuerte y prolongada. En tiempos difíciles lo mejor es estar preparado para lo peor, pero el gobierno prefirió pintarse un improbable futuro rosado. Tremendo error, que se explica por la postura neoliberal del gobierno de apostar toda su estrategia al capital internacional y pensar que la intervención estatal en la economía debe ser mínima.
Basados en esa sesgada visión de la realidad, la política económica de todo el segundo semestre del 2008 fue de negación de la crisis internacional. Se limitaron a evitar que la salida de capitales produjera una abrupta elevación del tipo de cambio y una contracción del crédito, mediante la acción del Banco Central de Reserva de vender dólares y proveer liquidez. Al mismo tiempo, optaron por reducir el gasto y la inversión pública, agravando los impulsos recesivos.
El Plan Anti-Crisis
Tardíamente, el gobierno cambió al ministro de economía y se lanzó un plan anti-crisis, oficialmente llamado de “estímulo económico”. Los resultados muestran que ese plan no está funcionando.
En términos macroeconómicos, el principal problema del plan anti-crisis es que confiaba todo a un rápido repunte de la inversión privada y pública. Las recientes declaraciones presidenciales muestran que su confianza a ciegas en la inversión privada, ha fracasado una vez más. Pero el problema también ha estado en la inversión pública: como era previsible, esta demora en hacerse realidad, sobretodo al haberse optado por un esquema centralista que, frente a los gobiernos regionales y municipios, mantiene recortes presupuestales y trabas al desarrollo de sus capacidades gerenciales y técnicas. El gobierno apostó a una inversión pública centrada en los ministerios apristas de transportes y de vivienda, sin lograr los resultados deseados.
En tiempos de crisis, la rapidez para ejecutar los planes es de primordial importancia. Al confiar todo el plan anti-crisis a la inversión, el gobierno dejó de lado otros mecanismos que pueden actuar con más velocidad para estimular la demanda, como son aquellos directamente relacionados a los ingresos y el consumo de la población.
Salir de la Crisis con otro rumbo
La política económica actual no solamente ha permitido la profundización de la crisis; también representa un reforzamiento del modelo neoliberal. El remate de nuestros puertos y la entrega de concesiones de infraestructura mal reguladas a grandes empresas va a significar enormes costos a los usuarios. La priorización de la extracción de minerales y petróleo se sigue promoviendo aunque arrase con el bosque amazónico, el medio ambiente y los derechos de las comunidades y pueblos indígenas.
El último episodio de esta política es la de la libre disponibilidad de la CTS al mismo tiempo que se niega todo aumento de los sueldos y salarios. Se opta porque los trabajadores se coman los ahorros que deben servirles para hacer frente al riesgo de desempleo, justo cuando éste riesgo está más presente que nunca. Por el contrario, lo que debe hacerse es efectivamente aumentar los ingresos de los trabajadores, pero no a costa de ponerlos en mayor situación de vulnerabilidad. ¿Por qué no se rebaja las comisiones y aportes a las AFPs, a quienes desde hace meses les pagamos para que nuestra plata pierda en vez de ganar? ¿Por qué no se reajusta el salario mínimo y se mejoran sueldos y/o bonificaciones a maestros y servidores públicos? ¿Por qué no se facilita que los trabajadores privados en general aumenten sus remuneraciones? Estas son las opciones que se necesitan, aumentando la demanda pero no a costa de aumentar la inseguridad de las familias en medio de la crisis.
El Perú necesita una política económica y social distinta a la actual para salir de la crisis. Pero el objetivo no es regresar a dónde estábamos, a un modelo neoliberal que agrava la desigualdad, acentúa las fracturas sociales y afecta tremendamente nuestro medio ambiente. No debemos retomar el mismo tipo de crecimiento económico sin desarrollo humano y social. Aumentos de salarios públicos y privados, y más presupuesto a programas sociales que directamente vayan a los más pobres, eran y son alternativas anti-crisis que pueden funcionar con rapidez, y que además tienen la virtud de orientarse a los más necesitados. Más allá del corto plazo, debemos apuntar a un desarrollo con orientación humana, basado en la agricultura y la industria, respetando la ecología y donde la salud, la educación y la seguridad social sean componentes fundamentales.
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