¿Es la crisis económica sólo una imaginación? ¿Será que la crisis es sólo una noticia del exterior, algo de lo que debemos horrorizarnos –como el ataque a Gaza- pero que no afecta a los peruanos?
Para cientos de miles de peruanos, algunos muy pobres, la crisis es una tremenda realidad. 5 mil trabajadores mineros han sido despedidos, de los que se tiene conocimiento. A pesar de las enormes ganancias obtenidas en los años anteriores, con las facilidades de las contratas y subcontratas, las empresas mineras han procedido a despedir trabajadores al menor pretexto. Se van con los bolsillos vacíos, a buscárselas en algún lugar.
50 mil trabajadores de la industria limeña han perdido su trabajo, la mayor parte en la industria textil y de confecciones, golpeada por las importaciones subsidiadas, a precios dumping, de la China, y por la caída del mercado norteamericano. Resulta que tenemos TLCs justamente cuando más daño nos hacen. También en este caso, las leyes antilaborales han facilitado los despidos.
La construcción se está viendo afectada. El último dato estadístico, de noviembre 2008, indica que las ventas de cemento cayeron 3 por ciento. Menos construcción, menos obreros trabajando.
Cientos de miles de agricultores de café, en Piura, Jaén y San Ignacio, la selva central y Sandia, han visto como el precio de su producto ha caído en 40% o más. Peor les ha ido a los pequeños productores de espárragos, abusados por las grandes exportadoras, que han visto que les pagan ahora la cuarta parte, apenas 25 a 30 centavos por kilo, por sus productos. Y los alpaqueros de la sierra, han visto caer sus precios con igual velocidad.
Millones de trabajadores han visto perder entre 10% y 40% de sus ahorros de jubilación en las AFPs; miles de jubilados han visto reducir sus pensiones en las AFPs.
Esto se suma a las alzas de precios de los alimentos, la gasolina y los combustibles del año pasado, que constituyeron para muchas familias una crisis no menos real que la actual. Y aunque los precios internacionales han caído, acá el pan cuesta igual que ayer.
Pero para las clases altas limeñas, poco ha pasado. No hay crisis. No se siente. Es un poco como la época del terrorismo de Sendero Luminoso: miles de muertos pero la élite limeña y costeña no se daba por enterada. Tuvo que llegar el salvaje atentado de Tarata para que lo sintiera.
Parece que los pobres, hoy, son tan invisibles para quienes habitan la cúspide del poder, económico y político, como hace 20 años. En todo este tiempo, que la salud y la educación públicas hayan sido una desgracia, no les ha importado: no les sirve. Que la bonanza económica no chorreaba, tampoco les importó. Que los alimentos subieran: aguántense. La crisis de miles, les es un concepto ajeno.
Pobre Perú, con élites tan poco solidarias, con tanta crisis y tan poca respuesta, con un gobierno que se preocupa tan poco de su gente.
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