Pensiones perdiendo valor: El colofón de la reforma de la 20530

lunes, 31 de enero de 2005

La semana pasada, el ministerio de economía y finanzas aprobó el reajuste de las pensiones de la 20530 correspondiente a este año. Anteriormente, el reajuste era automático: cada vez que subían los sueldos públicos, las pensiones los seguían. De acuerdo a la ley de reforma de la 20530 recientemente aprobada, ahora ya no hay esta igualación automática entre sueldos y pensiones, y es el gobierno el que decide cuánto reajustar las pensiones. El reajuste para este año oscila entre 0 (cero) y 1,5%, bastante menos que la inflación que fue en el 2004 de 3,5%, y se aplica para los pensionistas que reciben entre 800 y 6,600 que son la mayoría. Se trata principalmente de ex-empleados públicos que no reciben más que una pensión decente.

Aumentar las pensiones por debajo de la inflación es una manera efectiva de irlas reduciendo poco a poco, ya que el valor real de las pensiones, es decir lo que efectivamente pueden comprar esas pensiones, va disminuyendo paulatinamente en el tiempo. Con un reajuste 2% debajo de la inflación como el de este año, en 20 años el MEF lograría recortarle a los pensionistas un tercio de su pensión. Así, un pensionista llegaría a los 80 u 85 años de edad con una pensión disminuida, cuando precisamente es a esa edad avanzada cuando las necesidades aumentan, porque la discapacidad se multiplica, es más difícil usar transporte público, se necesita el cuidado de otras personas y los gastos en salud aumentan.

De esta manera, el MEF empieza a incumplir la propaganda según la cual la reforma de la 20530 solo iba a afectar a unos cuantos privilegiados. En realidad, esto estaba pensado desde un comienzo, razón por la cual en la ley que propusieron y que el bloque Perú Posible – Apra - Unidad Nacional aprobó, se establecía que el reajuste de las pensiones debía hacerse “en función de la inflación y de la disponibilidad de la caja fiscal”, siendo este último argumento – la caja fiscal - la fórmula para poder reajustar las pensiones en la proporción que les viniera en gana. Había que ser muy tonto para no darse cuenta de la intención de ese articulado.

El país demandaba una reforma del sistema de la 20530, por el cual un grupo de personas recibía pensiones francamente abusivas, sin relación con sus verdaderos aportes. La reforma ha puesto – correctamente- un límite a las pensiones más altas, que deben irse reduciendo gradualmente. La reforma de la 20530 incluyó también el desvincular las pensiones pagadas de los sueldos de los trabajadores activos, de tal manera que los necesarios cambios remunerativos para tener un sistema de carrera público justo y eficiente pudiera hacerse realidad.

Pero ello no debía significar el regreso al reino de la arbitrariedad, como cuando en el gobierno aprista las pensiones se “licuaron” reduciéndose a la quinta parte o menos de su valor real. Por el contrario, debía establecerse una fórmula de reajuste automático que no fuera inferior a la inflación, como existe en casi la totalidad de sistemas pensionarios del mundo. Porque si los ciudadanos no tenemos una mínima seguridad de las pensiones que nos pagarán, ¿cómo esperan que contribuyamos al sistema?

¿A quién favorece el desgobierno actual?

viernes, 21 de enero de 2005

La sensación que crece entre los peruanos en las últimas semanas es, críticamente, la de desgobierno. Para ello, se suman la asonada humalista de Andahuaylas, las acusaciones de las firmas falsas, el escandelete de las fotos posiblemente trucadas y los escándalos en el Congreso que no paran.

Pareciera que esta desastrosa situación no beneficia a nadie: los empresarios se quejan del “ruido político”, los partidos y dirigentes políticos están cada vez más desprestigiados y las mayorías se sienten cada vez más abandonadas y marginadas. No es así. Hay varios ganadores de esta situación. A río revuelto, ganancia de pescadores, dice el dicho.

Los primeros ganadores son, claramente, varios acusados de la mafia fujimontesinista. El caso más reciente es el de Eugenio Bertini, recientemente declarado inocente. El ex gerente general del Banco Wiese ha dicho que no tenía idea que los 15 millones de dólares de Montesinos que él ocultaba, eran fraudulentos. Hay también varios generales que están saliendo por cuestiones procesales – dicen que demasiado tiempo presos sin una condena. Los poderosos intereses económicos que están involucrados en estos juicios por corrupción buscan también que la confusión les ayude a librarse de incómodas acusaciones, incluido a Dionisio Romero que se reunió en la salita del SIN para buscar beneficios económicos a cambio del apoyo político que le dio al régimen.

A ello se suman los grupos monopólicos y grandes trasnacionales que buscan nuevas y mayores ventajas económicas. A las resistencias a las regalías mineras y el alza de las tarifas eléctricas, se suma ahora una negociación del TLC poco transparente Mientras la política resulta ininteligible y el gobierno no gobierna, estos grupos son expertos en amarrar por lo bajo cambios de reglas de juego en su beneficio. Lo sucedido con la contaminación en La Oroya y Doe Run, donde la empresa logró poner al alcalde a su favor para seguir contaminando por cinco años más e incumplir los compromisos que había asumido, es un caso ejemplar. ¡Cuántos casos más estarán pasando ahora mismo, sin que nos enteremos!.

Por otro lado, cuando el desgobierno aumenta y en el estado nadie es responsable de nada, muchas leyes que resguardan el interés público y protegen derechos ciudadanos dejan de aplicarse. Como no hay responsabilidad ni vigilancia, muchos funcionarios pueden con más libertad “cobrar por lo bajo” para que empresas tramposas y otros aprovechados hagan de las suyas.

También hay perdedores. Con el desgobierno, el estado tiene menos recursos y la propia descomposición estatal termina afectando a los servicios básicos de salud y educación y a los programas sociales y de lucha contra la pobreza.

En última instancia, el gobierno no es sino expresión del esfuerzo humano por reemplazar “la ley de la selva” en la que el más fuerte impone sus intereses, por formas de convivencia social que busquen el bien común y el respeto a derechos básicos. Cuando desaparece el gobierno, la ley de la selva regresa.
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Si no queremos que unos cuantos pillos sigan esquilmando al país, es imprescindible lograr un gobierno legítimo que establezca un orden justo y promueva el desarrollo. Solo si todos participamos de manera consciente y activa en la política y en las cuestiones públicas, podremos lograrlo.